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Casa de San Nicolás 2020-06-16T11:21:15+00:00

Project Description

Colegio de Monjas San José

Casa de San Nicolás

Casa del Rey, casa de San Nicolás y colegio San José. Así se ha conocido sucesivamente al complejo arquitectónico ubicado en la manzana comprendida entre la plaza del Conde, el callejón del Rey y las calles San Nicolás y San Vicente de Paúl, que actualmente acoge una residencia de religiosas y un centro docente. De este edificio se sospecha que perteneció a la Compañía de Jesús hasta que, durante el reinado de Carlos III (1759-1788) se produjo la expulsión de los jesuitas. Entonces, como el resto de los bienes de la orden, pasó a formar parte de la Hacienda Pública y, en consecuencia, del patrimonio real, lo que propició que a partir de ese momento comenzara a ser conocida como casa del Rey. Con el paso del tiempo fue adquirida por el marqués de Vallejo, quien la donó a las Hijas de la Caridad. El edificio recuperaba así su origen religioso, puesto que las monjas lo destinaron a la asistencia de hermanas enfermas. Sin embargo, en 1887 las monjas comenzaron a prestar también un servicio educativo -las escuelitas de San José- con lo que en el inmueble se simultanearon ambas tareas. Y así sigue.

Texto completo publicado en el libro Edificios que son historia

El edificio que alberga el colegio San José, donde en el año académico 2006-2007 cursan sus estudios 404 niños y niñas de Valdemoro y acoge a 40 religiosas en su zona de residencia, tiene tras de sí una larga historia vinculada tanto al inmueble en que se imparten las clases como a la presencia en el municipio de las Hijas de la Caridad, la orden que regenta el centro educativo y presta servicio asistencial a las religiosas, y que fue galardonada con el premio Príncipe de Asturias de la Concordia en el año 2005. La llegada de esta congregación a Valdemoro se produjo el 5 de noviembre de 1878. Las pioneras se establecieron en la localidad no en su actual emplazamiento sino en la llamada casa de San Diego, situada en la calle Mediodía -hoy Alarcón número 6-.
Este edificio, que fue propiedad de la marquesa de Gaviria, había sido adquirido en 1877 por Diego Fernández de Vallejo, a la sazón marqués de Vallejo, quien decidió venderlo a estas religiosas tras la asistencia física y espiritual que habían prestado a su hijo José durante las crisis de la epilepsia que le llevó a la tumba. Una enfermedad a la que el marqués intentó encontrar cura. Y se empleó a fondo, hasta el punto de que fundó en Carabanachel la primera institución europea especializada en su tratamiento y a la que en homenaje a su vástago llamó instituto San José. Aún hoy continúa funcionando a pleno rendimiento como residencia y centro ocupacional de personas con discapacidad psíquica.
Pero las Hijas de la Caridad vieron claro que la casa de San Diego -que también recibió ese nombre en reconocimiento a su anterior propietario- no se iba a destinar a la asistencia social a los marginados, auténtica razón de ser de su misión religiosa. Antes al contrario, optaron por hacer de este caserón un centro de acogida para las hermanas de su congregación que habían alcanzado una edad provecta. Así, el emplazamiento inicial de esta comunidad religiosa en Valdemoro se convirtió en la primera casa de la orden dedicada a estos menesteres. La primera residencia de monjas ancianas.

Benefactor vocacional

Pronto el progresivo incremento del número de internas superó las previsiones, que se situaban en torno a las 60 hermanas, de manera que una década después resultaba evidente la necesidad de ampliar las instalaciones. Una situación en la que, de nuevo, el marqués de Vallejo acudió en auxilio de las menesterosas madres y, manifestándose como benefactor vocacional, puso a disposición de las Hijas de la Caridad la mansión señorial ubicada en la entonces denominada plazuela del Conde de Lerena, esto es, el actual colegio San José.
Este caserón, propiedad del marqués, era conocido como casa del Rey, y no porque el bueno de Don Diego quisiera darse importancia. Según parece y aunque no hay datos que lo confirmen, dicho inmueble habría pertenecido a la Compañía de Jesús hasta que el monarca ilustrado Carlos iii expulsara a los jesuitas y sus propiedades pasaran a formar parte del erario público. Es entonces cuando los lugareños le pusieron al edificio el apelativo de casa del Rey, pues se había convertido en un bien de la Corona. Una denominación que se mantuvo aún durante mucho tiempo a pesar de los sucesivos dueños y vicisitudes por los que pasó.
El agradecimiento de las hermanas las llevó, por segunda vez, a mostrar su gratitud a su bienhechor, esta vez denominando a la nueva residencia casa de San Nicolás, en claro homenaje a la segunda esposa del marqués, Nicolasa Gallo-Alcántara y Sibes.
En la Segunda [casa], así llamada para no confundirla con la de San Diego o Principal, quedó patente, grabado sobre una lápida de mármol, el eterno reconocimiento de las Hijas de la Caridad a la familia Vallejo. Así, todavía hoy puede leerse en el pórtico de acceso por el número 25 de la calle San Vicente de Paúl la inscripción que reza: “Casa de San Nicolás, a la memoria de los Señores Marqueses de Vallejo, Don Diego Vallejo y Doña Nicolasa Gallo, fundadores de esta comunidad instalada el día 8 de junio del año de 1888. Las Hijas de la Caridad, agradecidas. Madrid, 27 de mayo de 1897”.

Salud y reposo

Esta nueva residencia que prolongaba la vocación asistencial para las hermanas ancianas ya desarrollada en el anterior y saturado edificio, en seguida empezó a acoger a monjas convalecientes de todas las edades en una época en que las epidemias las enfermaban a menudo y la tuberculosis hacía estragos. Precisamente contra esta dolencia la casa de San Nicolás se reveló pronto como terapéutica. Contribuía a ello la calidad de la leche que daban las vacas que pastaban en las fincas que les donó el sempiterno marqués de Vallejo como parte del paquete de la casa del Rey. En el mismo se incluían además una era y una huerta-jardín rodeada por altos muros con pozo, estanque y noria, anejas a la mansión y separadas de la misma por un sendero denominado paseo del Juego de Pelota. Ambos espacios fueron convertidos en zona de recreo para que las madres en proceso de recuperación salieran a respirar aire puro.
La casa solariega, cuya fachada principal daba a la plaza del Conde de Lerena, tenía, como todos los caserones del Valdemoro de la época, planta baja y piso principal y pronto hubo de ser remodelada para aumentar su aforo ya que el número de hermanas no cesaba de aumentar y las 88 de 1909 duplicaban las 43 que había sólo 14 años antes.

Escuelitas de San José

Paralelamente a la función asistencial y sanitaria, las Hijas de la Caridad pronto empezaron a desarrollar una vertiente educativa. Fue en abril de 1897 cuando esta orden religiosa puso en marcha las denominadas escuelitas de San José. El diminutivo hacía honor a la escasez de espacio en que se desarrollaban las clases: no eran más que un par de aulas ubicadas en unas dependencias de la residencia de religiosas, en las que se impartía educación de párvulos a escolares de ambos sexos y a niñas adolescentes.
La iniciativa parece que fue obra de sor Fermina Ulzurrun que decidió aprovechar su titulación de maestra nacional para contribuir a incrementar el nivel de alfabetización de los habitantes del pueblo que tan bien les había acogido.
Su labor fue tanto más importante en cuanto que las instalaciones educativas del municipio se habían quedado pequeñas y, según Román Baíllo cuenta en su obra Valdemoro, el analfabetismo era un mal que afectaba a más del 46% de la población.
Fueron esos los primeros pasos del actual colegio San José, popularmente conocido como colegio de las monjas, y que ayer como hoy, a pesar de las múltiples rehabilitaciones, mejoras y ampliaciones, forma parte del complejo residencial de las Hijas de la Caridad.

Los primeros cambios

En cuanto a las citadas reformas, acometidas para adaptarse a las necesidades de su función asistencial y docente, ha habido de todo: desde ampliaciones de una y otra zona a la incorporación de nuevos elementos, como la capilla primero y el gimnasio después, ambos ya en el siglo xx, pasando por la venta de algunas partes del recinto, como la primitiva huerta con estanque y noria, sobre la que en la actualidad se asientan unos bloques de viviendas en la calle San Vicente de Paúl.
Una de las últimas construcciones que ha contribuido a dibujar el perfil actual del colegio de San José ha sido la capilla de San Nicolás, inaugurada el 15 de marzo de 1906, festividad de la cofundadora de las Hijas de la Caridad, Luisa de Marillac, y con categoría de oratorio público.
En cuanto al ala docente, las escuelitas dejaron pronto de serlo, merced a que el progresivo crecimiento de la población de Valdemoro puso de manifiesto la necesidad de incrementar el número de aulas. En 1925 el centro obtuvo el reconocimiento oficial por parte de las autoridades competentes en materia de educación.

Una fisonomía definida por varias reformas

De ahí en adelante todo son mejoras y transformaciones que compondrán la actual fisonomía de este complejo arquitectónico. La primera de ellas data del año 1945, en que se procede a ampliar el sanatorio de la comunidad religiosa. Por esas fechas la planta baja del edificio se distribuye en locales para contadores y motores de elevación de agua y luz, despensas, salas y departamentos necesarios para la instalación de rayos x con entrada directa desde la vía pública, salas de estancia, planchador, lavadero, cocina, fregaderos, comedor y servicios sanitarios, entre otras dependencias, según consta en la memoria de obra que custodia el Archivo Municipal de Valdemoro.
Por aquel entonces y según se cita en el expediente, la planta principal solamente contaba con locales diáfanos para dormitorios, cuartos de aislamiento, aseos y capilla. Así, se procedió a construir una escalera para uso exclusivo de esta ala del edificio y se proyectó una galería con terrazas que conecta las nuevas dependencias con la parte antigua y permite a las religiosas convalecientes o en reposo salir a tomar el sol y el aire directamente desde las habitaciones. También se levantaron los muros de fábrica de ladrillo con mampostería y se amplió la planta baja, habilitando el nuevo espacio para lavaderos y dormitorios.
La última gran modernización se llevó a efecto en 1969. El objetivo era construir un gran pabellón de tres pisos en la fachada que da a la vía pública y dos plantas en el patio interior del recinto. Estas nuevas instalaciones estaban destinadas a celdas de las hermanas, cuartos de baño, comedor, cocina y despensa, salas de visitas y zonas de comunidad en la última planta. El segundo piso de la fachada, que corresponde al primero del interior, se acondicionó como aulas de párvulos con sus correspondientes aseos.
La planta baja está ocupada en su mayor parte por los vestíbulos de acceso al edificio y la capilla, salas de visitas, cuartos de costura y plancha y un gran salón destinado a zona de recreo y cine.
Paralelamente a la construcción de este pabellón principal se proyectó y ejecutó otro de menor superficie que albergaría la guardería, equipada con salas de juego, sala de cunas, comedores, cocina, aseos y todas las dependencias necesarias para el buen funcionamiento de la escuela infantil.
En 1989 se llevó a cabo la rehabilitación y ampliación en 204 metros cuadrados del edificio asistencial para adaptarlo a las nuevas necesidades de la comunidad religiosa. Fue en ese momento cuando se apostó por una residencia más confortable, con calefacción central, y habitaciones más espaciosas y mejor acondicionadas. También se habilitaron algunas dependencias para atención sanitaria, tales como enfermería o despacho del médico.
El resultado es una residencia en planta de herradura con grandes ventanales en forma de arco que inundan de luz el corredor por el que se accede a las celdas de las religiosas. En el centro, un recoleto jardín con senderos empedrados rodeados de césped y árboles frutales que, a pesar de la carpintería de aluminio, aún recuerda al claustro que quizá algún día fue.
Un lugar colmado de placidez, quizá el único del complejo de San José -otrora San Nicolás y aún antes casa del Rey- al que no llegan los ecos del griterío infantil que en el año 2006, como en 1897, envuelven el recinto.

| Datos de interés

| Situación:
Calle San Vicente de Paúl, 25 c/v callejón del Rey c/v
calle San Nicolás c/v plaza del Conde.

| Autor y fecha:
Anónimo, siglo XVI.

| Uso:
Asistencial, religioso y escolar.

| Horario:
Escolar.

| Protección:
Incluido en el Catálogo de Bienes y Espacios Protegidos del Plan General de Valdemoro (pgv) con protección estructural y del patio interior.

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