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Historia 2017-03-15T08:06:05+00:00

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«Fundáronla los moros y la llamaron Valle del Miro; era en ese tiempo arrabal de la Villa de Bayona cerca del río Jarama, y casi de dos leguas de aquí, fue Corte de sus Reyes Árabes, con una dilatadísima población».
(Thomás López, geógrafo de la Corte, siglo XVIII)

La presunta fundación musulmana de Valdemoro se apoya en la presencia en el subsuelo de antiguos métodos orientales para el abastecimiento de agua en las ciudades. Sin embargo, lo más probable es que Valdemoro fuera una aldea ubicada en una de las vías de comunicación más importantes, enlace entre el norte y el sur de la Meseta, y que tras la conquista de todo el reino por Alfonso VI, en el año 1085, estuviera asociada a un pequeño caserío de influencia toledana.

Acabada la reconquista, en el afán por el dominio de la tierra, las luchas protagonizadas por los obispos de Segovia y Palencia terminan con la incorporación de Valdemoro al concejo segoviano en 1190, mediante un privilegio del rey Alfonso VIII y contando con el arbitraje del Papa Clemente III. Convertido en cabeza de sexmo, uno de los más importantes de la Transierra, su superficie alcanzaba 347, 77 km2, agrupando los lugares de Chinchón, Bayona, Valdelaguna, Villaconejos, Sese­ña, Ciempo­zue­los y San Martín de la Vega.

Tras un prolongado período, pasó a formar parte del patrimonio territorial del Adelantado Mayor de Castilla, Hernán Pérez de Portocarrero. Y a finales del siglo XIV se convirtió en señorío eclesiástico, incluido en los bienes raíces del Arzo­bis­pa­do de Toledo. En esa época Enrique III le concede el privilegio de «villa», lo que facilitó su desarrollo económico y social. El cereal y la vid de la comarca fueron reconocidos en la época por su excelente calidad.

En 1577 pasa a ser villa de realengo tras la enajenación de la localidad realizada por Felipe II a las propiedades del arzobispado toledano. No tarda mucho en convertirse en señorío jurisdiccional en manos de un noble de la Corte, Melchor de Herrera, Marqués de Auñón y regidor del concejo madrileño. En esta época tuvo lugar la fundación del Convento del Carmen, comunidad religiosa de gran importancia en la villa por su labor educativa y teológica.

Los herederos del marqués vendieron la villa a uno de los personajes más influyentes de la época: Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, Duque de Lerma y valido del monarca Felipe III, quien aprovecharía la ubicación privilegiada de la villa en el camino de la Corte al Real Sitio de Aranjuez para honrar a los monarcas en sus paradas de descanso.

Mientras Valdemoro formó parte de la fortuna patrimonial del duque, el núcleo ur­ba­no adquirió una considerable importancia obteniendo varias concesiones re­gias, entre ellas la posibilidad de realizar una feria anual con una duración inicial de ocho días, ampliada posteriormente a veinte debido a la gran afluencia de mercaderes.

En 1616, en pleno fervor religioso, el Duque funda el Convento de la Encarnación bajo la regla de franciscanas de Santa Clara. Las obras más notables de la Iglesia Parroquial, uno de los monumentos más representativos de la zona, se acometieron en la segunda mitad de ese mismo siglo. Así, se alzaron la capilla mayor, el campanario, la bóveda y frescos de la nave central y se reconstruyó la capilla del Rosario.

Tras un período de decadencia, en el siglo XVIII, Valdemoro recupera cierta estabilidad económica gracias a José Aguado Correa, hidalgo cortesano y natural de la villa quien, amparado en las nuevas doctrinas de renovación industrial, instala una fábrica de paños finos en posesiones familiares.

A finales de este siglo, don Pedro López de Lerena, Consejero de Estado y Ministro de Hacienda en la Corte de Carlos III y Carlos IV, también valdemoreño, se convirtió en protagonista de cambios importantes en la villa. Fue fundador de escuelas públicas y pionero en la introducción de la educación femenina. Gracias a sus contactos, Goya y los hermanos Bayeu participaron en la remodelación de la iglesia, afectada por el terremoto de 1751.

Durante el siglo XIX la economía de la villa, eminentemente agraria, comienza a desa­rrollar una incipiente industria basada en la explotación del yeso. La Guerra de la Independencia ocasionó una gran ruina en la población y un importante deterioro del patrimonio artístico y documental tras el paso del ejército francés por la villa.

1822 y la nueva ordenación territorial realizada a instancias de Fernando VII supuso para Valdemoro la incorporación a la nueva provincia de Madrid. La inclusión del municipio en el trazado de la línea férrea de Madrid a Aranjuez en 1851 favorecerán su crecimiento económico. Más adelante, en 1856, la instalación del Colegio de Guardias Jóvenes en los antiguos solares de la fábrica de paños modificaría sustancialmente las características de la población.

Tras la Guerra Civil, la estabilidad socioeconómica tardó años en recuperarse. A partir de los 70 la expansión industrial se hace notar en el municipio con la proliferación de polígonos industriales que aún hoy circundan el núcleo urbano. Un nuevo resurgimiento económico que ha tenido notables consecuencias en la vida del municipio.

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